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TURISMO

Había una vez un lugar donde los días eran del divino Apolo el Sol y las noches de la bella Artemisa la Luna. Donde los bosques de palmeras eran oasis orientales y los valles jardines del Edén. Donde las playas eran vírgenes y lujuriosas a la vez y los montes de duendes y titanes. Donde las ciudades bullían de carne y los pueblos de espíritu.

Y así pasaron miles de días. Y de tardes y de noches. Hasta que llegó la fantástica época llamada “Los Sesenta”; sí, ese tiempo en el que el hombre andaba en burro y a la vez en naves espaciales. Donde caminos llenos de baches eran recorridos por Vespas y Seiscientos de familias numerosas. Donde las niñas se atrevían a ponerse minifaldas y los niños a bailar un rock ‘n’ roll… Y aquel divino lugar cambió.

Una tarde, legiones de suecas en bikini y guapísimos Alains Delons se perdieron por sus costas y sus pueblos. Y llegaron en miríadas para quedarse, para embriagarse con su sol y con su vino, comprar botijos, comer paellas y ver luchas de machos y de toros. Y aquella tarde de los mágicos “Sesenta” nació el turismo en Alicante.

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